Por Mónica Esparza
Una de las corrientes de mayor auge en las ciencias sociales es el funcionalismo. Surgido en los años 30, tomó su nombre de la idea principal que defiende: una sociedad funcional, formada por instituciones funcionales, integradas y coherentes.
El funcionalismo es una corriente considerada sumamente naturalista, ya que compara a la sociedad con los organismos vivos formados por muchas partes que se encuentran articuladas e interrelacionadas, donde cada parte es necesaria para mantener el sistema en correcto funcionamiento. El empirismo y el positivismo son influencias del funcionalismo.
El equilibrio es una parte importante en la teoría funcionalista. La sociedad, al igual que en la naturaleza, tiende al equilibrio, que siempre termina surgiendo por sí solo.
En el ámbito de la comunicación, los principales exponentes de esta corriente son Laswell, Lazarsfeld, Mcluhan, Berelson, Wright y Merton. Los funcionalistas consideran a la comunicación como un subsistema cuyo correcto funcionamiento es una pieza clave en el funcionamiento del “sistema social”. Por lo tanto, los medios de comunicación son determinantes en la estructura social, un agente de socialización. También se consideran instrumentos de control, que contribuyen al desarrollo.
Otra característica funcionalista es la investigación por observación y experiencia. En el caso de Merton, es una investigación sobre culturas y sociedades se evalúan tres etapas: Si se trata de una unidad funcional, la universalidad del funcionamiento social y la indispensabilidad de los elementos funcionales.
El funcionalismo es una corriente de suma importancia en el mundo de la comunicación que además arrojo a varios pensadores que sentaron las bases del estudio de la comunicación.